Isabel: Colonia, Alemania. 1975.
[«Fueron tiempos de dolor, de paseos a la muerte, de despedidas eternas, de resistencia valiente»]
Isabel: Un cantante español sube al escenario. Lo presentan como Pedro Faura, el cantante de la resistencia antifranquista.
[«Fueron tiempos de guerrilla, de continuar luchando»]
[Gritos del público]
Isabel: El público aplaude, corea canciones que la mayoría no comprende.
[«Y antes de dar el fusil decíais: “moriremos peleando”. Levantemos nuestras armas que así no acaba esta guerra»]
Isabel: Solo que él no es exactamente Pedro Faura.
Hombre: Por supuesto, ya no era yo. (Risa) Os parecerá absurdo, pero es que yo no era yo en aquel momento, aunque sí que era yo (ríe).
[«Compañeros, como ellos, defendamos nuestra tierra.»]
[Aplausos]
Isabel: Y solo que el suyo no es el único nombre falso en esta historia.
[Viva el FRAP!]
Isabel: Este es un episodio sobre coincidencias que atraviesan Europa contando la Historia, con mayúsculas, de este siglo. Es la historia de un padre y un hijo que tuvieron vidas cruzadas, pero desde convicciones opuestas. Pero ellos no lo sabían, porque nunca hablaron de ello.
Esta una historia de silencios y es, también, una historia de música.
Soy Isabel Cadenas Cañón. Bienvenidas y bienvenidos a De eso no se habla.
[Sintonía]
Isabel: Te voy a pedir que lo pongas en modo avión. Porque…
Hombre: Tienes razón. Espera…
Isabel: Cuando quieras paramos, hacemos una pausa…
Hombre: No, no, no, yo por mí… Ajustes.
Isabel: Vale, pues ya estamos. Entonces, primero te voy a pedir que te presentes.
Bernardo: Bueno, mi nombre es Bernardo Fuster.
Isabel: Me pareció que sería apropiado conocer su verdadero nombre para contar esta historia. Aunque en realidad ese tampoco es su verdadero nombre. Fuster es su segundo apellido.
Bernardo: El primer apellido es Feuerriegel. Es alemán.
Isabel: F E U E R R I E G E L – Feuerriegel. Es un apellido complicado.
Bernardo: Mi nombre lo escribe mal hasta la policía
Isabel: ¿Qué significa?
Bernardo: Cerrojo de fuego. Barra de fuego, más que cerrojo, o sea… Pero barras, en el sentido de las barras que cierran las puertas.
Isabel: Esas barras que cierran puertas explican bastante bien la relación de Bernardo con el Feuerriegel original, su padre. Y también tienen mucho que ver con esta historia. Cuando le pido que me diga quién era su padre…
Bernardo: Mi padre… Vamos a ver. ¿Quién era?
Isabel: Bernardo no sabe bien qué decirme.
Bernardo: Es complicado porque yo sé de mi padre cosas muy recientes que al principio no sabía y entonces muchas veces chocan con lo que yo pensaba que era mi padre, ¿no?
Isabel: Así que, de momento, y para continuar la historia de Bernardo, nos vamos a quedar con quién pensaba él que era su padre.
Bernardo: Te puedo decir lo que yo sabía de pequeño que era mi padre. Mi padre era un alemán que estuvo en la guerra y luego, no se sabe por qué, pues acabó en España.
Isabel: Sobre el trabajo de su padre, el niño Bernardo también sabía bastante poco.
Bernardo: Me habían contado que él era profesor de música, profesor de música en los campamentos alemanes durante la época del franquismo, es decir…
Isabel: Esto no era cualquier cosa: durante el franquismo, y hasta 1945, estos campamentos para niños alemanes en España los dirigía directamente el estado alemán a través de las Juventudes Hitlerianas. Su objetivo era adoctrinar a los niños y a los jóvenes en la ideología nazi.
Bernardo: Sí, mi padre era realmente… Era nazi. Yo sabía que era nazi porque él no renegaba nunca de aquello, ¿no?
Isabel: Bernardo creció en una casa a las afueras de Ayora, en Valencia. Era una casa grande, con muros de piedra y mucha luz. Sería una casa de pueblo común si no fuera porque en las estanterías había retratos de su padre vestido de militar nazi, esvásticas y otras cosas que Bernardo y sus hermanos iban encontrando por la casa.
Bernardo: Un casco así tipo gris verdoso, con… Un poco rugoso y… Normal, el típico casco alemán de la guerra. Y en un armario había unos uniformes, dos uniformes, o uno. Un uniforme y dos gorros. Que también jugábamos con ellos.
Isabel: Pero Bernardo no cree que su infancia estuviera marcada por la ideología de su padre.
Bernardo: No, no, no, para nada.
Isabel: Su infancia, me dice, la marcó otra cosa: la música.
Bernardo: En mi casa siempre sonó la música.
Isabel: Su padre tocaba varios instrumentos y le enseñaba canciones alemanas antiguas.
Bernardo: Es que la letra me lío, pero la música era (tararea).
Isabel: Y a veces, cuando tocaba la canción «Lili Marleen» al acordeón, Bernardo lo vio llorar.
Bernardo: «Lili Marleen» es una canción que es la esencia de la derrota. Es una mujer que está esperando apoyada en un farol que ya da muy poca luz, porque Alemania está absolutamente destruida, y esperando a alguien que no va a venir. Y la imagen esa del farol sin luz, la mujer… Si tú has vivido la guerra… En mi caso no, pero alguien que la ha vivido tiene que llorar.
[«Quedan ciudades en la memoria con ojos de pena y labios de carmín. A la luz de un farol sigue viva la novia y Lili Marleen te espera en Berlín»]
Isabel: Bernardo no recuerda cuándo empezó a cantar, pero sí recuerda bien su primera guitarra. Le puso hasta nombre, y era un nombre que ya presagiaba muchas cosas: la llamó Revolución 3.
Bernardo: Eso en mi casa les sentó muy mal. Lo de Revolución decían: «Pero vamos a ver, ¿por qué tienes que cargarte la guitarra? ¿Por qué la estropeas escribiendo eso?». A partir de ahí, «¿Por qué te pintas flores en los pantalones vaqueros?»
Isabel: Los padres tenían motivos para preocuparse: aquel chaval que había aprendido a tocar la guitarra con una canción de Luis Aguilé…
Bernardo: Canción horrible, que decía… (Cantando) «Yo sé tanto del amor que puedo aconsejar».
Isabel: Pronto empezó a escuchar a cantantes que estaban prohibidos por la España franquista.
Bernardo: Yo ya me estaba acercando a través de la música a lo que era una postura de lo que entonces cantaban los cantautores del momento, ¿no? Fundamentalmente Paco Ibáñez.
Isabel: Y así, un adolescente al que su padre educa en el amor a la música se transforma, por medio de la música, en lo opuesto a él. A pesar de las señales, o quizá precisamente por ellas, sus padres tratan de llevarlo por el buen camino. Y el buen camino, para su familia, parecía marcarlo el legado de José Antonio Primo de Rivera, el fundador de la Falange. Su padre, por ejemplo, lo lleva con él a actos políticos, como aquella vez en 1969 cuando lo llevó a la inauguración de una estatua en Valencia.
Bernardo: En la avenida de José Antonio se inauguró una estatua a José Antonio. Entonces mi padre me llevó a la inauguración. Al final del acto, de los discursos y de tal, se cantó el «Cara al sol» y yo canté el «Cara al sol» porque dije, todos lo cantan, yo lo canté.
Isabel: O como cuando sus padres lo inscribieron en los Círculos de José Antonio, unos seminarios que se hacían para estudiar la obra y el legado del fundador de la Falange. Solo que aquellos seminarios no sirvieron precisamente para llevarlo por el camino que sus padres esperaban.
Bernardo: Lo que, claro, lo que… lo calcularon mal,
Isabel: En aquellos tiempos, los Círculos de José Antonio eran uno de los pocos lugares donde se podía conversar de política abiertamente, así que muchas organizaciones antifranquistas mandaban allí a militantes infiltrados que trataban de captar a los más jóvenes.
Bernardo: Claro, porque te preguntaban una serie de cosas estos chicos que eran un poco mayores que nosotros y te ponían la duda, te explicaban ellos y decías, «Joder, si tienes razón». Creo que en dos meses yo acabé en un grupo anarquista.
Isabel: Pero Bernardo no se quedó en aquel grupo. Solo dos años después de cantar el «Cara al Sol» en la inauguración de la estatua de José Antonio, Bernardo ya había pasado por varios grupos prohibidos por la dictadura.
Bernardo: Luego pasé a las Juventudes Comunistas, del Partido Comunista. Y acababa de entrar en los comités pro-FRAP.
Isabel: Los comités pro-FRAP fueron los comités locales de lo que después sería el Frente Revolucionario Antifascista y Patriótico, conocido como el FRAP. Es bastante difícil definir lo que era el FRAP.
Bernardo: Tienes razón. Hoy en día es muy difícil de definir.
Isabel: Pero vamos a intentarlo.
Bernardo: El FRAP era una organización antifranquista…
Isabel: Que se fundó en los años 70 aglutinando a varias organizaciones.
Bernardo: Aunque realmente estaba controlada por el Partido Comunista-Marxista-Leninista
Isabel: Sus acciones iban desde los famosos «saltos» y la creación y difusión de propaganda, hasta robos, atracos e incluso varios atentados: se les acusa de haber matado a hasta 5 policías y guardias civiles, de los que el FRAP reconoce 3.
Bernardo: Ahí ya, bueno, se entró directamente también en lo que era el atacar directamente al miembro de las fuerzas represivas, ¿no?
Isabel: Muchos de sus militantes fueron detenidos. Tres de ellos fueron fusilados el 27 de septiembre de 1975, junto a dos miembros de ETA, en «las últimas ejecuciones del franquismo». Aquellas ejecuciones generaron una ola de protestas tan importante en todo el mundo que se consideran un punto de inflexión para que el franquismo no continuara después de muerto Franco.
Pero de eso hablaremos después. Ahora vamos a volver a 1971: se acaban de crear esos comités pro-FRAP y Bernardo acaba de entrar en uno de ellos.
Y una de las primeras acciones en Valencia fue derribar la estatua de José Antonio, aquella frente a la que Bernardo había cantado el «Cara al sol». Aquella fue también la primera acción en la que participó Bernardo. Mientras sus compañeros ataban la estatua a un autobús y la hacían caer, Bernardo cumplió con el papel que le habían asignado.
Bernardo: Yo lo que tenía que hacer era cruzar dos coches y tirar unos panfletos.
Isabel: La policía no tardó en llegar.
Bernardo: Empezó a disparar al aire y oí los «pac, pac» de las pistolas. Todos nos dispersamos corriendo y ya está. Se quedó la estatua en el suelo.
Isabel: Al volver a casa, su padre estaba viendo el telediario.
Bernardo: Aparece Emilio Romero hablando del hecho. «Unos terroristas, unos vándalos, han tirado y…» Echando un discurso totalmente incendiario, ¿no?
Isabel: Y Bernardo no dijo nada.
Bernardo: Dije «me callo porque no puedo decir nada». Y ese fue un silencio brutal por mi parte. El silencio era una forma de clandestinidad también. Además, te lo enseñaban en la organización, o sea, no… «Ten mucho cuidado con lo que dices en todos lados, porque no te puedes fiar de nadie, ni de tu familia, o sea, no te fíes»…
[Pitido]
[«Donde hoy vive el silencio habrán mañana madrugadas, habrán mañana madrugadas»]
Isabel: En esta historia, la otra cara del silencio es siempre la música. Mientras todo esto sucedía, Bernardo empezó a componer sus propias canciones y ese mismo año en que hicieron caer la estatua de José Antonio él y varios amigos invitaron a Paco Ibáñez a cantar en su pueblo, en Ayora. Pusieron un carro como escenario, pidieron prestado un equipo de música a la iglesia y Paco Ibáñez, recién llegado de París, cantó.
Bernardo: Yo estaba allí y veía cómo la gente iba entrando y se quedaban con la boca abierta. Y claro, eso era emocionante.
Isabel: Después del concierto, sus amigos y Paco Ibáñez fueron a casa de Bernardo para seguir tocando. Ese día sus padres no estaban en casa y Bernardo había aprovechado para esconder todos los restos de cruces gamadas y todas las fotos de su padre vestido de militar.
Bernardo: Yo eso sí que lo quité porque me parecía, claro, entrar en una casa y encontrarte un retrato de un militar con el uniforme nazi es heavy.
Isabel: Como Bernardo era el anfitrión, le tocó cantar.
Bernardo: Era un susto, cantar delante de Paco Ibáñez. Joder, si es que para mí era Dios (ríe).
Isabel: Cantó «De madrugada», una de las canciones que había compuesto y que era un homenaje a los militantes que tenían que vivir en la clandestinidad.
Bernardo: Decía «De madrugada, cuando el cielo aún está rojo, esté rojo y el camino de mi vida ya marcado, cogeré todo el amor que tú me has dado y marcharé a despertar al dormido». Ese era el principio. Sí, sí.
Isabel: Aquel día, mientras escuchaba a Paco Ibáñez cantar, mientras él mismo cantaba delante de Paco Ibáñez, Bernardo decidió que quería ser cantante profesional.
Bernardo: «Vamos, ¿dónde hay que firmar? Que yo quiero ser esto».
Isabel: Pero no era tan fácil. A aquella primera acción de la estatua de José Antonio le habían seguido muchas otras: principalmente, montar imprentas en pisos clandestinos, crear propaganda contra el régimen y repartirla. Ya estaba tan metido en el FRAP, que la policía lo estaba buscando en varios lugares.
Bernardo: En Valencia, en Madrid y en Zaragoza, también, en Asturias, en todos lados.
Isabel: Así que Bernardo tuvo que empezar a vivir escondido. Y el lugar más seguro para eso le parecía la casa de su abuela, en Madrid.
Bernardo: Era una casa que pertenecía a una familia totalmente franquista. Estaba vacía porque mi abuela se había ido a vivir a un pueblo.
Isabel: Sin explicar mucho a sus padres, consiguió la llave y se escondió allí. Aquella casa estaba en la calle General Martínez Campos. Era un barrio adinerado y su abuela, una señora de bien. Nadie podía pensar que aquel nieto tan educado que venía de Valencia guardaba, en el sótano del edificio, maletas llenas de propaganda del FRAP. El mismo portero del edificio, un guardia civil retirado, le ayudaba a subir y bajar esas maletas. Bernardo le decía que eran libros de segunda mano que iba a vender en el Rastro. Y el portero nunca sospechó de él.
Bernardo: No, realmente él nunca se enteró de nada. O sea, yo era un señorito.
Isabel: Pero estar escondido significaba que Bernardo no podía ser cantante, o al menos no podía cantar en público porque lo estaban buscando. Por primera vez en su vida, la música y la política, que para él siempre habían ido de la mano, se enfrentaron la una a la otra.
Bernardo: Yo tenía asumido que la lucha era por encima ser cantante. Digo, «es que si viene la República, ya cantaré en público. Hasta entonces, no».
Isabel: Así que Bernardo decidió cantar de otra manera: grabó una cinta sin nombre y se la pasó a sus amigos, bajo mano, como se hacía entonces con las cintas que estaban prohibidas por el régimen. Se distribuyó tanto que un día, un amigo se le acercó y le ofreció una cinta para apoyar una huelga. Costaba 5 pesetas.
Bernardo: Yo dije «vale, vale» y se la compré. Y la puse en casa y flipé, porque era mi cinta. Y dije «Joder, las vueltas que ha dado, o sea, ya se ha distribuido». Y aquello también me reafirmó en lo de ser cantante. «Bueno, voy a ser cantante, el cantante que nadie va a conocer, pero por lo menos la gente lo oye», ¿no?
Isabel: Su cinta llegó hasta la dirección del FRAP. Un día le citaron en Madrid para decirle que la habían oído, que les había gustado, y que querían hacerle una propuesta.
Bernardo: «¿Tú quieres ser cantante en el extranjero, en Europa, para cantar en los mítines y eso? Porque nos viene muy bien».
Isabel: Aquella propuesta juntaba, otra vez, política y música.
Bernardo: Se juntaban las dos cosas. O sea, podía seguir militando en la resistencia antifranquista y podía cantar en público.
Isabel: Aunque, por supuesto, cantar en público implicaba dejar de ser Bernardo.
Bernardo: Me dijeron «Pues ponte un nombre porque ya no te puedes llamar igual». Entonces fue cuando dije, «Pues Pedro Faura».
Isabel: Pedro Faura era un nombre con el que, esta vez sí, lo conocerían en muchos lugares. Bernardo tenía 23 años. No se acuerda de cómo avisó a sus padres, pero sabe que no fue en persona. Desde que había empezado a militar en el FRAP casi no hablaba con ellos.
Bernardo: Mis padres sabían que yo estaba buscado por la policía de media España. Eso lo sabían porque evidentemente en mi casa fueron a preguntar en algún momento. Y entonces yo creo que no les tuve que decir mucho.
Isabel: Y así, de la noche a la mañana, cogió lo poco que tenía y se marchó. Como aquellos militantes a los que había dedicado la canción «De madrugada» unos años antes, Bernardo cambió de nombre y de país y pasó a la clandestinidad.
Bernardo: Si lo pienso, me hice una canción autohomenaje dos años antes.
[Compañero que pasas a la clandestinidad. Otro nombre, otra casa, otra gente, pero siempre la misma lucha. Aquí se quedan tus calles, tus amigos, camaradas, tus largos años de lucha, aquí se quedan con nosotros. Pero tú sabes muy bien que solo luchando no seremos vencidos. ¡Venceremos!
«De madrugada, cuando el cielo está rojo y el camino de mi vida ya marcado»]
Bernardo: Sí, así me llamaban, sí (ríe). El cantante del FRAP.
[«Cogeré todo el amor que tú me has dado y marcharé a despertar al dormido»]
Bernardo: Me hice cantante… Iba a decir profesional, no, me hice cantante subversivo y participaba en prácticamente, no en todos pero muchos de los mítines y actos que se hacían en toda Europa contra la dictadura.
[«Puño en alto compañeros, que ya descargarlo quiero. Que ya ha llegado la hora de darle lo suyo al pueblo. Puño en alto compañeros, puño en alto que aquí vengo»]
Bernardo: Cantaba primero un cantante alemán y la gente le aplaudía mucho. Luego te anunciaban a ti, «Bueno, ahora va a cantar Pedro Faura, de la resistencia española», y se caía el teatro.
[«Los fascistas que hoy nos juzgan mañana serán juzgados»]
Bernardo: Es que era sin parar. O sea, me daban la lista, «Mañana vas a Milán, pasado mañana tienes Berlín, luego tienes otro pueblo de Alemania y luego tienes Dinamarca, y luego…» O sea, yo tengo la agenda en casa de ese año y no… O sea, la veo y digo «Esto no es verdad, o sea, no puede ser, o sea, ¿cómo voy a ir de Estocolmo a Frankfurt?» Pues iba de Estocolmo a Frankfurt.
Bernardo: En aquella época, sobre todo después de los fusilamientos, o sea, es que era brutal el apoyo que había en Europa a lo que podía ser la resistencia. Y en ese momento, por lo que significaba el FRAP, por los tres fusilados, había un apoyo brutal en Europa, ¿no?
[«Jornaleros: España loma a loma es de gañanes, pobres y braceros. ¡No permitáis que el rico se la coma, jornaleros!»]
Bernardo: Yo estaba convencido de que lo que estábamos haciendo iba a acabar con la dictadura.
[«Treinta años de fascismo, muerte, terror y prisión. Romperemos las cadenas con nuestra revolución, camarada»]
Bernardo: La lucha armada, bueno, sí, se venía diciendo de toda la vida, ¿no? No sabía yo en ese momento que significaba tanto lo que luego ocurrió, ¿no? O sea, la línea directamente de atentar contra las fuerzas represivas como si fuesen fuerzas de ocupación. Se creó esa discusión interna fuerte, porque era una línea totalmente aventurera, sin ningún apoyo popular, sin ninguna lógica… O sea, sin ningún respaldo.
[«Somos los trabajadores que armados con el fusil liberaremos a España de la opresión y el sufrir»]
Bernardo: Yo tengo claro que el motivo por el que me fui fue porque no estaba de acuerdo con esta línea. Me fui en el 76. Exactamente la fecha la tengo apuntada aquí en una libreta… Tiene que estar en esta zona. El 25 de julio. El 25 de julio del 76, que era domingo. Aquí lo pongo. Pone «Adiós FRAP» (ríe).
Isabel: Cuando regresa a España, Bernardo va a visitar a sus padres a su pueblo, a Ayora. Lleva años sin poner un pie en la casa familiar y está algo nervioso. No sabe si sus padres le preguntarán sobre su vida fuera, sobre sus conciertos en contra del régimen. Por si acaso, él se prepara para hablar del tema.
Bernardo: Entonces claro, yo sí me preparaba, «bueno, pues cuando lo saquen lo contaré».
Isabel: Pero pasan los días y las preguntas no llegan.
Bernardo: Yo alucinaba, digo, ¿pero y no me preguntarán nada? Y no, es como si no hubiese ocurrido nada. No, nunca me preguntaban. De eso no se habló.
Isabel: Le pregunté a Bernardo por qué cree que nunca le dijeron nada, pero no sabía muy bien qué responderme.
Bernardo: Es algo que no lo había pensado mucho, ¿no? O sea, ¿por qué no surge nada, ese enfrentamiento? No lo había pensado.
Isabel: Era como si en aquel momento Bernardo no tuviera tiempo para pensar en los silencios de sus padres. Bastante tenía con los suyos.
Bernardo: Claro, sí, ahí hay una crisis de identidad muy fuerte después del 76, durante años. De decir bueno, ¿quién soy? ¿Qué hago? ¿Cómo recomponer toda esa ideología que tenía? De hecho, yo tardo en contarle a la gente que era Pedro Faura mucho tiempo.
Isabel: Bernardo no sabía qué hacer con aquellos años de militancia y, sobre todo, no sabía qué hacer con Pedro Faura. Pero sí sabía que quería seguir cantando. En 1979, tres años después de volver, crea la banda Suburbano con su amigo Luis Mendo y compone canciones como esta…
[«Una mañana fría llegó Carlos III, con aire insigne se quitó el sombrero, muy lentamente bajó de su caballo y con voz profunda le dijo a su lacayo: “Ahí está, la Puerta de Alcalá”. ahí está, ahí está viendo pasar el tiempo»]
Isabel: O esta…
[«Por eso existen caudillos, profetas a sueldo de templo y cuchillo que venden valores eternos y mueren pues por mal que les pese, la Tierra se mueve»]
Isabel: O esta.
[«Makinavaja, Makipoeta, el último chorizo que queda, el último profeta. Makinavaja, Makipoeta, el último chorizo que queda, el último profeta»]
Isabel: A la vez, Bernardo empezó a trabajar de músico con otros grupos: toca con Vainica Doble, con Joaquín Sabina, con Luis Eduardo Aute. Algunos de sus colegas saben que militó en el FRAP, aquella organización que optó por la lucha armada, y bromean sobre ello. Pero ninguno sabe que él había sido Pedro Faura, «el cantante del FRAP». Esta es Susana Martins, su pareja desde hace 27 años:
Susana: Yo empiezo a tener relación con Bernardo laboral, porque éramos los dos músicos de Luis Eduardo Aute. Y yo lo único que sabía de Bernardo es que había sido terrorista. Eso es lo que decían sus compañeros de grupo. Decían «no, este, ten cuidado que este ha sido terrorista. Ja, ja, ja.» Punto. Él nunca hablaba de esto. Cuando ya empezamos a tener otro tipo de relación, era como un tema del que no hablábamos. No se hablaba.
Isabel: Bernardo tardaría muchos años en romper ese silencio. Fue en 2006, cuando un amigo organizó una exposición sobre cantautores y le pidió permiso para exponer uno de sus discos como Pedro Faura. Habían tenido que pasar 30 años de su regreso a España, y había tenido que tener un reconocimiento público para empezar a hablar sobre esa parte de su pasado.
Pero enfrentar el pasado nunca viene solo.
Por aquellos años, Bernardo empezó a ir más a menudo a la casa de su infancia, en la que ya no vivía nadie. Su padre había muerto en 1995 y su madre en 2009. Las pocas veces que fue a visitarlos mientras vivían, Bernardo dice que se bañaba en la piscina del pueblo, comía paella y en la sobremesa hablaban sobre el tiempo, o sobre música, o sobre chascarrillos del pueblo, esos temas de los que hablan las familias que no quieren hablar de algo. Cuando la casa quedó vacía, Bernardo empezó a ir allí los fines de semana o de vacaciones. Y allí, explorando armarios, abriendo cajones y baúles, se reencontró con aquel casco con el que jugaba de pequeño, con los retratos de aquel padre militar adornado con esvásticas… Y también encontró cosas que no había visto nunca.
Bernardo: Bueno, un día encuentro un álbum de fotos inmenso, o sea, tenía un metro de grande y medio de alto, ¿no? Con fotos pegadas, todo ordenadísimo. Y la portada, que aún… Además, de cuero, un cuero cuidado, y tal, repujado, tenía la cruz gamada.
Isabel: Bernardo me enseñó las fotos de ese álbum.
Bernardo: Hay fotos de todo tipo.
Isabel: Eran fotos de actos en diferentes colegios alemanes de España.
Bernardo: Un coro de niños que seguramente han cantado un montón de canciones en un escenario. Al fondo se ve una esvástica con un águila y un montón de banderas rodeando al coro.
Isabel: Banderas…
Bernardo: Banderas de nazis, evidentemente, con esvásticas. Sí, sí.
Isabel: Pero también de otros actos en los que se ve a soldados nazis desfilando por Madrid,
Bernardo: Por ejemplo, esta es muy curiosa porque es que en las corridas de toros a veces desfilaban las fuerzas alemanas como un elemento más. Entonces aquí lo puedes ver, en Las Ventas.
Isabel: O al mismísimo Himmler en su visita a España en 1940.
Bernardo: Este es Himmler.
Isabel: Ahí estaban, ante sus ojos, los siempre negados lazos entre el franquismo y el nazismo.
Bernardo: Desfilando por Madrid…
Isabel: Al descubrir ese álbum, Bernardo se queda sorprendido. No le parece normal que un simple profesor de música tenga fotos de tantos actos, de tantos desfiles, de tantas personas de los más altos estamentos nazis.
Bernardo: Hombre, esto… Profesor no era. O mejor dicho, a lo mejor era profesor, pero un poco más que profesor, ¿no?
Isabel: Y ahí, en las últimas páginas de ese álbum, llegó la confirmación de sus sospechas.
Bernardo: Encontré una invitación. «Las Juventudes Hitlerianas le invitan a usted al concierto que va a dar la Orquesta Joven de no sé qué… Firmado, el jefe de las Juventudes en España, Bernhard Feuerriegel», y dije «hostia». Mi padre era el jefe de las Juventudes Hitlerianas en España.
Isabel: Bernardo entendió que su padre no había sido solo un soldado raso que había luchado en la Segunda Guerra Mundial, ni un simple profesor de música que daba clases en el Colegio Alemán, sino que tenía un cargo de responsabilidad dentro del estamento nazi en España: entre 1944 y 1945, justo al final de la guerra, fue el responsable del adoctrinamiento de todos los niños alemanes en España. Y no eran pocos: desde que empezó la Segunda Guerra Mundial, la población alemana en España se había triplicado.
Hay cosas que solo empiezan a tener sentido cuando se descubre un pedazo del pasado que una no conocía. Un secreto, un silencio, las lágrimas a punto de caer al escuchar una canción… Pero también hay pedazos del pasado que, al revelarse, generan, sobre todo, nuevas preguntas.
Bernardo: ¿El álbum cómo termina? Con un recorte de periódico que dice: «Personas que requieren su entrega los Aliados al Gobierno de España porque pertenecen al Partido Nacional Socialista». Entonces veo la lista y aparece mi padre.
Isabel: Hitler se rindió el 5 de mayo de 1945. Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, los Aliados temían que España se convirtiera en un refugio nazi. No les faltaban motivos para creerlo: al ver cada vez más cerca la derrota, Hitler mandó a España a miles de miembros del partido para cumplir todo tipo de misiones. España fue el país neutral donde más nazis se refugiaron. Por eso los aliados hicieron varias listas en las que pedían al gobierno español que expulsara del país a los alemanes sospechosos de pertenecer o de colaborar con el nazismo.
Bernhard Feuerriegel aparece en la tercera de esas listas. Según el recorte del periódico ABC, tenía que haberse embarcado en Bilbao el 1 de septiembre de 1946 y haber salido de España para siempre.
Pero sabemos que eso no sucedió. El último director de las Juventudes Hitlerianas en España se quedó en el país, se casó y tuvo a Bernardo y a sus hermanos.
¿Cómo lo consiguió? Bernardo se puso a investigar. Y descubrió dos cosas. Por un lado, empezó a entender una parte de la historia de nuestro país que sigue hoy oculta: la relación entre el franquismo y el nazismo. Al mismo tiempo, se dio cuenta de que había una serie de coincidencias que ligaban su vida y la vida de su padre.
Bernardo: Pues mira, la primera coincidencia es que cuando acaba la guerra, él es buscado por los Aliados y durante… Por su lado. Y por mi lado, durante el franquismo, yo soy buscado por la Brigada Político-Social, por la policía.
Isabel: Bernardo descubrió que su padre había conseguido quedarse en España gracias a una red de ocultación de nazis. La red la dirigía Clara Stauffer Loewe, una española hija de alemanes que era además dirigente de la Sección Femenina. Su red ayudó a más de 800 nazis a quedarse en España. Y para eso, Clara Stauffer hacía lo que fuera necesario: les escondía en casas de familias españolas cercanas al régimen, les proporcionaba contratos de trabajo en empresas amigas, les conseguía documentos falsos…
Bernardo: La segunda coincidencia es que él tiene que cambiar su nombre, yo tengo que cambiar mi nombre.
Isabel: Bernardo encontró el documento falso que la red le había proporcionado a su padre: le habían inventado una nueva vida para que pudiera pasar desapercibido.
Bernardo: Sí.
Isabel: En esa nueva vida se llamaba Bernardo Fernández.
Bernardo: Sí, Bernardo Fernández. Sí.
Isabel: ¿Me puedes leer todo este documento, porfa?
Bernardo: Bueno, sí, es un documento, un carné expedido por la Falange en Madrid en 1941, época en la que él estaba en Polonia. Su nombre es Bernardo Fernández, natural de Tarragona, nacido en Tarragona, soltero, profesión, perito mecánico y vive en la Avenida José Antonio 64 de Madrid. Expedido en Madrid, 1941, firmado, Miguel Primo de Rivera.
Isabel: La siguiente coincidencia es que, con 30 años de diferencia, padre e hijo se escondieron en la misma casa en Madrid. La red de Clara Stauffer escondió a Bernhard en casa de una señora cercana al régimen. Allí, Bernhard conoció a la hija de esa señora y se enamoraron. Y unos años después se casaron y tuvieron a Bernardo y a sus hermanos. Así que la señora que había escondido a Bernhard se convirtió en la abuela de Bernardo, y su casa es aquella casa en la que se refugió Bernardo cuando lo buscaba la policía.
Bernardo: Estaba en la calle Martínez Campos. Ahora 25, antes 21, creo que era. En esa casa también estuve yo escondido. Son cosas que dices, joder, ¿qué pasa aquí? O sea, un poquito de Cuarto Milenio (ríe).
Isabel: Bernhard Feuerriegel vivió 4 años con nombre falso. Bernardo no sabe bien cómo fue el proceso, pero los aliados le devolvieron su pasaporte tras considerar que no había cometido crímenes de sangre.
Bernardo: A mi padre se le dio, ya definitivamente, el pasaporte alemán otra vez con su nombre de verdad, y como… Empezó a vivir como un ciudadano ya normal y viajaba a Alemania y viajaba por todos lados, ¿no?
Isabel: De los 1600 alemanes que reclamaron los Aliados, España solo deportó a 265. En nuestro país hubo muchos Bernhard Feuerriegels: nazis que vivieron vidas plácidas, sin tener que dar explicaciones, sin ser perseguidos. Según lo que ha ido descubriendo Bernardo, la única vez en que su padre pareció estar en peligro fue durante esos 4 años que vivió con nombre falso. Mientras estaba escondido en un cortijo en la sierra de Enguera, en Valencia, muy cerca de Ayora, ocurrió otra de esas coincidencias que impresionan a Bernardo y que parecen hilvanar esta historia.
Bernardo: Ah bueno, espérate, que no sé si te lo he contado, el del maquis. Cuando él está escondido hay un grupo de maquis que intenta secuestrarlo. Yo, por mi lado, muchísimos años más tarde, conozco a gente del grupo guerrillero que formaban, que estaban en esa sierra…
Isabel: Y se quedó tan impresionado que les compuso una canción que se hizo muy conocida.
Bernardo: Pones «canción maquis, Pedro Faura» y te sale en un montón de páginas.
Isabel: 20 años después de componer esta canción, al morir su padre, Bernardo se enteró de que el grupo guerrillero al que había compuesto la canción era el mismo grupo guerrillero que había intentado matar a su padre.
[«Y a las montañas subieron, dejando Ayora a sus pies, hasta la sierra de Enguera, peleando hasta Teruel. Compañero que caíste, trae tu valor y el fusil, que la sangre que vertiste ya nunca puede morir»]
Bernardo: Claro, luego piensas, es que si ese grupo coge a mi padre se lo habría cargado y yo no habría nacido. Parece una novela, pero es real.
[«Que nadie deje las armas que así no acaba una guerra. Subamos a las montañas, defendamos nuestra tierra»]
Isabel: Esa canción es la canción que Pedro Faura cantaba al inicio de este episodio, en Colonia, Alemania, en 1975.
[Gritos del público]
[¡Viva el FRAP!]
Isabel: Esa canción también era una manera perfecta de terminar este episodio: una historia sobre las vidas paralelas de un padre y un hijo y que acaba como empezó, cerrando un círculo.
Pero esta no es una historia de vidas paralelas. Las coincidencias de la vida de Bernardo y la de su padre no marcan vidas que se repiten, sino vidas opuestas. A Bernardo lo persiguió una dictadura. A su padre, esa dictadura lo protegió, porque había participado en otra.
Mientras montaba este episodio y escuchaba los titubeos y las dudas de Bernardo acerca de su padre, trataba de entender por qué nunca lo había confrontado sobre su pasado. Así que fui a visitarle para preguntárselo.
Isabel: Me cuesta mucho terminar esta historia… Porque tampoco entiendo por qué tú nunca le preguntaste nada a tu padre. ¿Tú has pensado en esto?
Bernardo: Sí, ¿el por qué no le pregunté? Sí que… Yo lo he pensado. Pero lo que no sé también es por qué no le pregunté especialmente nada. Fíjate, es como si hubiese habido ahí una especie de pacto de silencio, de dos silencios. Es decir, yo no te cuento nada de lo que hice y tú no me cuentas nada. Y así podemos aguantar y no creamos un enfrentamiento que se habría producido evidentemente y además definitivo, ¿no?
Isabel: Pero en realidad no hace falta que alguien esté vivo para confrontarlo. Le pregunté si lo haría ahora, después de todo lo que había descubierto sobre su pasado.
Bernardo: Es que… Sí, le podría preguntar, pero es que yo creo que su participación no fue tan importante. No lo digo por exculpar, ¿eh? Pero yo creo que fue una persona, digamos, totalmente del sector medio o incluso bajo, que en un momento dado, cuando ya Alemania está perdiendo la guerra, le mandan aquí a un sitio que ya estaba todo perdido.
Isabel: Mientras seguíamos hablando, pensaba en la generación de alemanes de la misma edad que Bernardo, esa generación que se dedicó a confrontar a sus padres por haber sido cómplices, con sus acciones o con su silencio, del Holocausto. Y de cómo el «yo no me manché las manos de sangre», el «yo no sabía nada», dejaron de valer como excusa. Pensé en toda una generación que preguntó a sus padres dónde estaba y qué hizo, y en qué sentido era cómplice. Y se lo conté a Bernardo.
Bernardo: La complicidad se daba en la mayoría de los alemanes, claro. Evidentemente, en la gente que era del partido mucho más porque tendrían más información, ¿no? Que la gente de la calle. Pero… No lo sé exactamente. Esa pregunta no me la he hecho tan a fondo. Quizá me la haga ahora (ríe).
Isabel: Mientras volvía a casa, pensé que Bernardo y yo no vivimos en Alemania. Allí tienen hasta una palabra para ese proceso en el que la sociedad se preguntó por la responsabilidad que tuvo cada persona, cada colectivo, cada institución, en el nazismo. Y pensé que aquí, en nuestro país, nunca habíamos hecho ese proceso. Aquí tuvimos más bien lo contrario: ese silencio pactado entre Bernardo y su padre no era algo solo entre Bernardo y su padre, sino que era algo mucho más colectivo. Era el silencio por el que Bernardo había ocultado las canciones de Pedro Faura. Y era quizá el mismo silencio por el que Bernardo no había querido hacer este podcast y tuve que convencerle. Ese silencio con el que, nos dijeron, era mucho más fácil convivir.
Al llegar a casa, Bernardo me había mandado este mensaje.
Bernardo: Hola Isabel. Mira, llevo un rato dándole vueltas a alguno de los temas que han salido aquí hablando. Tenía una serie de dudas y digo, esto tiene que ser por algo. Y al final, mira, he llegado a una conclusión. En España se produjo un silencio, un silencio por el cual una serie de cosas… Ya no se podía preguntar por ellas. Era mucho mejor pasar página. Enconces… Esto trajo consigo, para mí, bueno, pues el que toda mi época como Pedro Faura se convirtió en algo que no había existido, ¿no? No era… Lo normal no era preguntar. Lo normal era pasar. Y por eso estoy regrabando ahora alguna de estas canciones. Realmente es una forma de recuperar ese silencio que tuvo unas consecuencias nefastas porque nos negaron una parte de la historia. Y eso es a lo que he llegado, no sé si te vale esta reflexión para algo. Gracias.
Isabel: Soy Isabel Cadenas Cañón y de eso no se habla… O sí.
La producción, el guión y el montaje de este episodio los he hecho yo. Laura Casielles ha hecho la edición de texto y Vanessa Rousselot la edición de guión. Nuestra ayudante de montaje y de casi todo es Paula Morais. El diseño de sonido es mío y de Marcos Salso y nuestro estudio de sonido es Isolé División Sonora. La comunicación la hace Laura Casielles. La ilustración de este episodio es de Carmen Cáceres y nuestra sintonía es de Alva Noto y Ryuchi Sakamoto. Y el resto de las canciones de este episodio son, claro, de Bernardo Fuster, ya sea como Suburbano o como Pedro Faura.
Gracias a Emilio Silva por habernos puesto en contacto con Bernardo y a Manuel Maroto por la ayuda en la investigación de esta historia. Gracias a todas las personas que habéis escuchado este episodio y nos habéis ayudado a hacerlo mejor: hemos añadido vuestros nombres en la sección de agradecimientos de nuestra página web.
Si quieres saber más sobre la historia de Bernardo, en la sección de materiales extra de nuestra web hemos incluido fotos, vídeos, canciones y otras cosas más.
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De eso no se habla se produce en el orgulloso barrio de Lavapiés, en Madrid, gracias al apoyo de PRX – Public Radio Exchange – y al Google Podcasts Creator Program.
Volvemos en dos semanas.
Gracias por escuchar.
[Acordes de guitarra]
Bernardo (cantando): «Rompe a golpes el silencio y echa tu canción al viento, que no hay cadenas que callen la voz de tu sentimiento. Si no cantas compañero, ves la muerte te acorrala. Canción que no es para todos, ni es canción, ni es esperanza».
Bernardo: La tercera estrofa no me acuerdo cómo era.
Isabel: Qué canción esa, ¿eh? Para esta historia.
Bernardo: Sí, la verdad es que, fíjate, esa es la primera canción que hicimos como Suburbano. También dices, ¿y por qué esa? Pues montamos el grupo y no teníamos ninguna canción y yo dije «Bueno, pues yo puedo ir haciendo una». E hice esa canción que es la primera canción que grabó Suburbano, «Rompe a golpes el silencio». Todavía no lo rompí en aquella época.
Isabel: Joder, Bernardo, ¿en serio me estás diciendo esto?
Bernardo: Sí, sí.